4 Dogmas Urbanos

 


Finalmente, uno se acostumbra a la cita anual de manos, sombras, rosarios, cruces rejas y panes que conviven en iglesias argentinas con las velas que algunos encienden por tradición y otros sólo por si acaso.
Pero son escenas cotidianas que desaparecen lenta y silenciosamente entre otras tantas de la vida diaria de los que vivimos en el extranjero desde hace un par de años.

Sin embargo, su magnetismo cobra aún mas sentido desde lejos cuando se busca paz, pan y trabajo en lugares distantes, en los que no hay 7 de agosto ni San Cayetano con espigas de trigo que no hayan llegado expresamente de regalo o por encargo.

Lo he visto, habitar en templos improvisados transformado en estampitas enviadas por abuelas, madres, amigos y hermanos dentro de las puertas de algún ropero en Amsterdam y asomando accidentalmente desde el pliegue de alguna billetera, junto a moneda de un peso argentino, atado con una cinta celeste y blanca.
No puedo evitar la nostalgia ante las fotografías de Santiago Cavinato, que conectan inmediatamente con esa porción de país que los argentinos llevamos impresa en el alma. Su mirada me devuelve al tren que se detiene atosigado en la Estación Liniers que surca el oeste porteño, donde suben y bajan miles de personas entre las que yo misma estuve alguna vez, intentando mitigar con curiosidad alguna desesperanza.

Esos rostros, esos rezos, ese olor a cera caliente, ese regateo en la venta de amuletos de los puestos en las calles regresan intactos en cada imagen rescatada por Santiago. Son porciones del muestrario de dolores, deseos, creencias, penitencias, consuelos y falsedades de uno de los dogmas urbanos, que la mayoría de los argentinos traemos expresa o secretamente instalados en alguna porción de nuestro ser inmigrante.


Alejandra Panighi
Barcelona, España